Honduras y Centroamérica se encuentran actualmente sumidos en un
acelerado crecimiento de violencia y criminalidad, atribuyéndole estas situaciones al elevado
nivel de pobreza de nuestros pueblos, que ha desencadenado la expansión del
crimen organizado, trafico de drogas, armas y personas hacia los Estados
Unidos, maras y pandillas, entre otros problemas sociales que abaten a la
sociedad hondureña y centroamericana.
Actualmente,
la niñez y juventud hondureña viven en un contexto de marginalidad, exclusión
social y violencia, que los afecta directamente. La situación descrita, permite
establecer que el Estado tiene en abandono a la niñez y especialmente, a la
juventud hondureña. Estas poblaciones no son consideradas por el estado
hondureño como una prioridad para el desarrollo humano, según lo demuestran las
carencias materiales, afectivas y sociales, así como la violencia de la cual
son las principales víctimas.
El fenómeno de las
pandillas juveniles se agrava por los vínculos con el crimen organizado o al
transformarse en bandas delictivas. Sin embargo, se tienen otras formas de
grupos juveniles, que no deben confundirse ni relacionarse con éstas, como las
barras deportivas, los grupos de pares violentos en los centros educativos y
los grupos de sub culturas. Estos grupos son relevantes y aún se está a tiempo
de intervenir de forma preventiva y es aquí donde entra el trabajo del
Orientador y Consejero Educativo.